“El oxígeno necesario para los pulmones de tantas empresas argentinas”
Apoyó su mano en el escritorio, se miró las uñas negras de grasa. Pensó en el abuelo Tomás, pensó en su papá. Recordó la lucha de tantos años por mantener viva la fábrica. Sintió que esta decisión iba a terminar matándolo. Como le enseñó el abuelo, siempre confió en su criterio pero en esta ocasión le resultaba imposible asimilar la idea. Llevaba 20 años a cargo de la fábrica y el bochorno del Concurso Preventivo ya era imposible de evitar.
Se prometió a sí mismo que sería su último intento antes de entregar el mando. “Esa maldita costumbre de los hombres de la familia de sentirse invencibles después de tantas crisis que lograron sortear en la Argentina!!”, pensó.
Finalmente agachó la cabeza, tomó la lapicera que le extendió el abogado y firmó cada una de las hojas.
Beatriz golpeó tímidamente con sus nudillos a la puerta. Entró sin esperar respuesta, apoyó las dos tazas de café sobre la mesa y levantó a penas la mirada. El Ingeniero había firmado los papeles! Ella jamás había dudado que lo haría. Pese a los rumores del tremendo “parate” de la producción su jefe mantenía el liderazgo. Ya recordaba ella otras crisis en tiempos de Don Tomás y Don Pedro. Beatriz respiró profundo. Estaba realmente aliviada, su jefe una vez más había encontrado la fórmula para sacar a la fábrica adelante!
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Este relato podría replicarse en cientos y cientos de fábricas argentinas a lo largo de la historia. Familias empresarias sorteando las crisis de cada época, manteniendo a ultranza el emprendimiento de generaciones anteriores, sus valores, su manera de afrontar el liderazgo y “el buen nombre de la familia / empresa”.
Como abogados hemos aprendido a lo largo de los años que nuestro verdadero desafío es encontrar soluciones para y con personas que deciden y actúan a través de sus emociones. Y un concurso preventivo, por técnico que parezca, no es otra propuesta que la del manejo de una sumatoria de decisiones emocionales, financieras, culturales y patrimoniales.
Esas dos palabras frías pueden sin embargo traer tranquilidad para pensar y diagramar un modo de encarar diferente el manejo de la empresa, cuando la coyuntura no colabora con el devenir de su ciclo económico habitual.
El desorden que precede la toma de decisión de un concurso preventivo, los “agujeros negros”, cada cual con su magnitud y su puntual amenaza, ceden en el instante exacto en que ese concurso comienza, con el solo hecho de parar la “pelota” de los intereses!
La multiplicidad de acreedores al acecho que desfilan por la empresa reclamando lo suyo y exigiendo respuestas inmediatas, se unifica en una “masa de acreedores”, es decir un “único frente” con reglas claras, plazos, planes de financiación, etc. que operan como una bocanada de oxígeno para la producción.
La ley hoy no exige a los concursados ofrecimientos con topes mínimos, en tanto esa “masa de acreedores” y, lógicamente, el Juez y sus auxiliares consideren razonables dichos ofrecimientos… Más oxígeno en los pulmones de la empresa: el tiempo y los recursos que hasta el momento del concurso le jugaban una mala pasada, a partir del concurso juegan “todo un partido” a favor de la empresa.
Mientras en el relato José temía el bochorno del buen nombre de la fábrica, Beatriz sentía que él era un valiente que pese a la tremenda coyuntura externa, había encontrado una vez más la manera de “cargarse al hombro” a su gente, con todo lo que ello implicaba!
La continuidad de la empresa estaba garantizada una vez más y las cientos de familias dependientes de su giro, a salvo!
En contextos tan frágiles como los de la Argentina, el concurso preventivo opera generalmente como una respuesta aliviadora para quienes apuestan a la producción nacional y se juegan día a día a sostener su emprendimiento. Lejos del “bochorno” este mecanismo les permite ponerse de pie, recargar baterías y volver a empezar, en una economía cíclica que los envuelve más allá de su propia destreza para afrontarla.
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